jueves, 18 de noviembre de 2010

El artífice del solario

Las cosas que le gustaban eran precarias en elementos sorpresa y se parecían mucho (o demasiado) a cosas que ya le habían pasado. Todas alguna vez le habían ocurrido por accidente, algún enigmático accidente. Es el mundo fenomenal, decía, y ver crecer mis margaritas, o desayunar frente a la ventana. No compartía con nadie la soledad y a la vez, a la soledad, no le compartía nada, absolutamente nada. Y nada pasaba en vano, éste artífice de la vida hacía amanecer (o anochecer) con distintos hechizos que nosotros conocemos y no sabemos que usamos. Entonces merendaba con amigos y el sol inmediatamente caía; entonces se acostaba y lograba en sus sueños que volviera a alzarse desde el horizonte. Nada peor que esperar que los hechos ocurran solos. Solo cuando pensaba en lo que le gustaba se detenía el tiempo. Y soñaba renacer al cabo de su feliz vida.

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