jueves, 13 de enero de 2011

Tardes tristes


No se me cae una idea de ningún mínimo costado. Por parte de los recuerdos solo se percibe un campo adorado en la infancia. Un campo de rudos yuyos que acerca algunos trenes de locomotoras diesel y apenas unos zumbidos de niños jugando. Por el lado de la proyección simplemente un trabajo digno, una casa para volver cada día, un perro, al año unas vacaciones y algún otro evento hijo de la mismísima Lotería de Babel. Por parte de la imaginación el sueño de siempre. Su ir, su perfil y su actitud que generaba en mi la sensación de pertenencia.

Vuelvo a levantarme de la silla; al rato a retomarla. Se afinan solos los lápices y en el ímpetu recuerdan nuestras tardes bailando sobre las hojas, dibujando símbolos descifrables. Los libros, el ciberespacio y las ventanas me invitan y no puedo abrumar mi mediocridad. Pero vuelvo a intentar con esfuerzo sobre las ideas, buscando en la mente. Debe haber rincones para desarrollar.

Ahora intento tomar la guitarra y mientras me abalanzo sobre la encordada pienso: ¿Por qué no salir a comprar pan o a tomar un café? Pregunta de fácil respuesta pero que requiere doma de sentimientos y convencerme de que el invierno no es un sellador de puertas potente. No se va a hacer de noche porque estos tiempos son de goma, así que busco el sol de la ventana, dejo que mis ojos se cierren y no vuelvo a abrirlos, prendo el grabador y empiezo a enjabonar las palabras. Con paciencia se hilan solas y entre mi defectuoso estilo y el naranja del sol a través de mis párpados divagué.

“Un hombre recorre una sala vacía, impregna las paredes con sus cuadros queridos y los muebles de sus abuelos se desparraman como naipes. Ahora busca otro recinto, esta vez aumenta la apuesta y cambia la ventana existente por una más grande desde donde pueda verse el bosque de alerces que dará sombra a sus tardes. Dos horas más allá, en la cocina, monta todos los utensilios, artefactos y cortinas; sobre la mesa un mantel y en la heladera los imanes de colores.
Ella acomoda la ropa en el cuarto. Había entrado primero en la casa y eligió sin demasiadas vueltas la habitación que dejaba entrar más luz. Hermosa vista del verde virgen de un sueño…”


Me pierdo en la imaginación y el sueño me toma, la sombra de una nube aumenta el temor y un escalofrío espantoso me energiza. Ahora mismo estoy abriendo los ojos sin tener la intención, verde convertido en gris y el sueño se esfuma. Yo me encontraba. El cielo es el mismo, pero detrás de una reja no se siente igual. Apago el grabador, tomo un café y ahí si que el tiempo se hace humo.

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