Un hombre se sumerge en la sociedad
Libre de la mística de sus anhelos paciente ve a las horas precipitando
Envidiado por los meteoritos que caen fugazeando en el cielo
y yo, que me pierdo el espectáculo
y desvisto mis años como si fueran cebollas.
Al cabo de los tiempos el hombre se enoja
y revuelto en la paranoia mira sus ojos asustados.
Los observa detenidamente y entiende,
porque ese es su gran don.
Al cabo de una primavera enfatiza en concretarse
y ser estatua como cada uno de nosotros.
Y devuelve la infancia amarreteando las sonrisas
Pero no detiene su marcha y al pasar, solo al pasar por la tarde,
enciende su cigarrillo “ene más uno” en el que revé sus miedos
y asume los riesgos... porque realmente no importa.
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