Fraseando en otros recuerdos esquivé al menos diez veces esta anécdota, renombrando falsas hazañas o simplemente comentando el estado del clima. Me arrinconó una foto que encontré abrazada a mis borradores. Ahora, a mis setenta y seis años, veo divertida mi “dicha”. La foto está en perfecto estado de conservación; es en blanco y negro pero pura y exclusivamente por haber sucedido de esa manera.
Mi tía estaba descubriendo la fotografía y realizó una serie de tomas de contornos de la ciudad. Cosas que vemos pero no miramos. Los autos se deslizan como turbas incansables de hojas y mi tía pulsaba, e instantáneamente se inmovilizaban. Era como un juego de estatuas. Lo maravilloso era retener el momento en un recuerdo, cerrar los ojos y permitir a los aprendizajes anteriores voluminizar la imagen. De pronto girar y, con los ojos aún cerrados, nombrar la imagen a veces a los gritos (éste recuerdo en particular me produce emoción extrema y sonrisas). ¡Magia! Fijaba las fotos en mi memoria.
Por ese tiempo me dedicaba mucho a ser niño. Imaginate, rondaba los nueve años y tenía una energía que hoy envidio. El caso es que no la acompañaba siempre que salía a inmortalizar la ciudad, pero procuraba no faltar al momento en que se podía comparar el recuerdo con la foto. Era así como encontraba esquinas de la ciudad que no conocía…
me encanto....
ResponderBorrarHabrá mas!
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